domingo, 30 de noviembre de 2008

El sueño (tristemente) cumplido


Los atentados de la semana pasada en Bombay constituyen un verdadero hito en la historia del terrorismo internacional por varias razones.

Primero, porque fueron posibles gracias a la más sofisticada, precisa y efectiva combinación de la táctica del “enjambre” (es decir, ataques separados y dispersos, simultáneos y meticulosamente coordinados, ejecutados por comandos especialmente adiestrados), con el terrorismo suicida, la toma de rehenes y el uso de armas pequeñas y ligeras, contra una serie de objetivos blandos seleccionados con cuidado para provocar el mayor caos posible e inducir un pánico generalizado e indiscriminado.

En segundo lugar, por el impacto que podrían llegar a tener en las dinámicas internacionales, tanto a nivel regional como global.  ¿Qué duda cabe acaso, de que la inestabilidad política y económica en India y la perturbación de sus ya muy sensibles relaciones con Pakistán pueden comprometer la viabilidad de la estrategia norteamericana contra los Talibán en Asia Central?

Y además, porque suponen el mayor triunfo al que podría aspirar Al-Qaeda —sin importar o no su conexión con los presuntos autores del ataque:  el de la extensión de su modelo, el de la propagación de su discurso, el de la globalización —en últimas— del Al-Qaedismo.

Es como si en Bombay se hubiera cumplido (tristemente) el sueño de los “filósofos de la bomba” que inspiraron el terrorismo del siglo XIX; y también, la trágica hipótesis de que el 11S fue tan solo el modesto preludio de un futuro que ahora se ha convertido en presente.  +++

domingo, 9 de noviembre de 2008

De candidato a presidente


Tal como lo auguraban las encuestas, y en medio de una euforia mundial que cabe interpretar más como síntoma de angustia que de verdadera esperanza, Barack Obama pasó de ser el “candidato demócrata afro-americano” a convertirse en el presidente electo de los Estados Unidos.

Como candidato, era un candidato mundial; y como tal logró congregar casi 200 mil personas en una apoteósica jornada en Berlín, emulando a Kennedy y al reverendo King, de quienes se reclama heredero.  Como candidato, prometió el cambio, la renovación, la ruptura con el legado ominoso de Bush, el más desprestigiado y menos apreciado de los gobernantes norteamericanos.  Como candidato, ofreció una mano tendida a todo el mundo, y en consecuencia, Ahmadineyad lo felicitó por su triunfo, Chávez manifestó su interés en tener “un acercamiento con el negro”, e incluso Hamás dijo estar preparado “para dialogar con Obama y con la nueva Administración americana que tiene una mente abierta".

Como presidente, sin embargo, la cosa será distinta.  Tendrá que promover y defender los intereses norteamericanos antes que unos difusos y con frecuencia contradictorios intereses cosmopolitas.  Sus opciones políticas serán menos amplias de lo que hasta ahora se ha imaginado, por lo que la ruptura con el pasado será sumamente lenta y ante todo retórica.  Y la mano tendida tendrá que vérselas con el chantaje norcoreano, la persistente amenaza islamista y los misiles rusos en Kaliningrado.

No es pesimismo, sino puro realismo.  A fin de cuentas, un cambio en Washington no basta para cambiar el mundo.  +++

domingo, 2 de noviembre de 2008

Mejor McCain


Mejor sería que John McCain ganara las elecciones de mañana en los Estados Unidos, y no Barack Obama, aunque las encuestas no sean muy halagüeñas, y aunque a la larga, ninguno tenga las credenciales necesarias para convertirse en el presidente de talla histórica y liderazgo global que los norteamericanos (y el mundo entero) necesitan.

Paradójicamente, por eso mismo sería mejor McCain que Obama, a pesar de su edad y del hecho todavía menos tranquilizador de haber escogido una perfecta parvenue, tan inexperta en alta política como provinciana en su conocimiento del mundo, como fórmula vicepresidencial.  Pero ya que ninguno de los dos da realmente la talla y puestos a elegir, pues mejor McCain que Obama para hacer la transición hacia el futuro; es decir, para dejar atrás no sólo el legado catastrófico de Bush, sino los traumas y las taras provocados por el 11S, por la perdida ilusión de una bonanza económica que se creyó ilimitada e irreversible, y por la ingenua pretensión de que el momento unipolar de los 90 podría prolongarse indefinidamente en el siglo XXI.

Mejor McCain, porque promete menos, y en consecuencia provocará menores frustraciones cuando le llegue la hora de tomar decisiones.  Porque con sus 72 años es poco probable que en 2012 quiera ser reelegido, y eso lo forzará a hacer las cosas bien desde el principio, sabiendo —como seguramente sabe— que no tendrá una segunda oportunidad.  Y porque en política, como en todo, las cosas salen mejor por evolución que por revolución.  +++