martes, 24 de marzo de 2009

Reingeniería, no rearme



¿Cómo interpretar las declaraciones del presidente ruso Dmitri Medvedev ante la plana mayor de su Ministerio de Defensa la semana pasada, sobre la necesidad de modernizar las fuerzas militares para "elevar cualitativamente su capacidad de combate"?

Esa pregunta debe estar circulando por los pasillos de varios despachos gubernamentales alrededor del mundo.  Y para contestarla, quizá más de un experto se sienta tentado a evocar viejos fantasmas (como el de la carrera armamentista, o el de una “nueva Guerra Fría”).  A fin de cuentas, Medvedev no ha pasado por alto el hecho de que la Otan “no ha cejado en su empeño para instalar infraestructura militar cerca de nuestras fronteras”, y el de la capacidad nuclear es uno de los puntales de su plan de modernización.

Sin embargo, visto en detalle, lo que Medvedev sugiere es, más que un rearme, una intensa obra de reingeniería.  El ejército ruso es inmenso, costoso, corrupto y en muchos aspectos obsoleto.  La guerra de Georgia, el verano pasado, puso en evidencia su anquilosamiento y retraso.  La reforma militar es una tarea pendiente desde la época de Yeltsin, y hoy por hoy, es también una necesidad:  no sólo para la aspiración rusa de recuperar plenamente, en la retórica y el músculo, su dignidad y rol de gran potencia; sino también, y paradójicamente, para el resto del mundo, que no puede darse el lujo de tener un paquidermo militar —tan enorme como torpe y potencialmente irascible e incontinente— deambulando por la cristalería en plena época de convulsiones.

lunes, 16 de marzo de 2009

De regreso a la Otan



Por fin Francia ha decidido volver plenamente al redil de la Otan.  Así concluye la crónica de un retorno anunciado desde 1996, cuando el presidente Chirac lo insinuó, por primera vez, ante el Congreso de los Estados Unidos.

Aquel intento fracasó.  El de entonces era, al menos transitoriamente, un mundo unipolar de aparente primacía norteamericana.  El tipo de orden mundial del que tanto recelaba De Gaulle, y de cara al cual convirtió a Francia en potencia nuclear, al tiempo que la retiraba de la estructura militar y de comando de la alianza transatlántica que él mismo había contribuido a fundar.

Ahora en cambio las cosas son distintas.  Las prioridades de Washington ya no determinan, por sí solas, la agenda de la alianza, y a medida que los europeos afirman su autonomía —por ejemplo en temas como su rol en Afganistán y la ampliación hacia el espacio postsoviético—, ésta podría acabar convertida en el eje articulador de una "seguridad europea à la manière d'Europe", mientras "PESC" y "PESD" siguen siendo simples rótulos en las carpetas de Bruselas.

¿Cómo podría el Elíseo quedarse al margen de semejante proceso?  En la próxima cumbre de Estrasburgo-Kelh, sin incurrir en excesivos costos, la presencia francesa se hará sentir con más fuerza.  De ahí en adelante, en llave con Berlín, París intervendrá activamente en la reconfiguración de una institución sexagenaria en la que quizá resida a largo plazo, y para sorpresa de muchos, la solución al nudo gordiano de la integración europea en materia de seguridad y defensa.  +++

domingo, 8 de marzo de 2009

¿De presidente a presidiario?


Ahora que la Corte Penal Internacional ha ordenado la detención de Omar Al-Bashir, cabe preguntarse cuánto tiempo tardará el general sudanés en pasar de presidente en Jartum a presidiario en La Haya.

No sucederá muy pronto.  A menos claro, que se entregue voluntariamente; que sea capturado en un tercer Estado; que sea depuesto por un golpe de cuartel y entregado a la justicia internacional como chivo expiatorio por sus sucesores —tan responsables como él, seguramente, de los crímenes que se imputan; o que el Consejo de Seguridad ordene una intervención militar para dar cumplimiento a la providencia de la Corte.

Pero Al-Bashir no va a entregarse, y será muy cuidadoso a la hora de planear sus viajes al extranjero, evitando los destinos riesgosos y prefiriendo los puertos seguros.  Amigos, a fin de cuentas, no le faltan:  China, por ejemplo, su principal proveedor de armas, y partidario —como la Unión Africana— de que el Consejo de Seguridad pida a la Corte suspender la investigación en su contra.

¿Y si lo derrocaran sus propios secuaces?  Se convertiría Al-Bashir en un trofeo para los golpistas, dispuestos a entregarlo a cambio de ver su propia impunidad garantizada?  Y si no es así, ¿quién en el mundo estará dispuesto a sufragar una intervención, por quirúrgica y humanitaria que sea, con todas sus implicaciones e imprevisibles consecuencias?

Y mientras nada de esto ocurre, ¿cuándo cambiará la suerte de la gente en Darfur?  Porque eso es lo importante.  Todo lo demás es retórica:  puro y vano legalismo.  +++

miércoles, 4 de marzo de 2009

Sudán, entre la justicia y la paz


(Escrito originalmente el 1 de marzo de 2009)

La Corte penal internacional decidirá el miércoles si accede o no a la solicitud de arresto que el fiscal Moreno Ocampo formuló en julio pasado contra el actual presidente de Sudán. De llegar a ordenar su detención, Omar Al-Bashir se convertiría en el primer gobernante en ejercicio en ser requerido por un tribunal internacional para responder penalmente por cargos de genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.

A primera vista ésta podría ser una oportunidad inmejorable para la justicia universal. Al aplicar el artículo 27 del Estatuto de Roma, la CPI le estaría recordando a todos los gobernantes del mundo que su investidura no les concede patente de corso para el exterminio, la tortura, la violación, el saqueo o el ataque indiscriminado contra poblaciones enteras, víctimas del fuego cruzado y de las represalias de ambos bandos en medio de un conflicto en el que sólo ganan los señores de la guerra y los traficantes de armas.

Pero según algunos observadores, una decisión semejante podría ensombrecer aún más las ya precarias perspectivas de paz en Sudán. Bashir se aferrará más y más al poder, el trabajo de las agencias humanitarias se hará cada vez más riesgoso y complicado, y el precio de una solución negociada acabará siendo la formalización de la impunidad, con lo cual la justicia universal terminará convertida en caricatura de sí misma.

Difícil labor la de los jueces, que seguramente intuyen también que a veces la justicia no allana, sino que entorpece el camino hacia la paz. +++

martes, 24 de febrero de 2009

Un bailout para gobiernos


En el último número de Foreign Policy se sugiere concederles un bailout a los economistas, pues a fuerza de imprevisión (o negligencia) su credibilidad ha sido la primera en derrumbarse como consecuencia de la debacle económica global, al fragor de la cual diversos gobiernos han aprobado planes de rescate para los bancos, el sector automotriz, y los deudores hipotecarios; mientras que también la industria editorial y la pornografía han reclamado cada una lo suyo:  un salvamento que les permita sortear una crisis que se promete profunda, intensa y prolongada.

A ellos deberían sumarse algunos gobiernos.  Primero fue el de Islandia —que pasó de ser el país más feliz al más quebrado del mundo.  El viernes pasado, mientras se desplomaban los mercados bursátiles, sucumbió el gobierno de Letonia.  Y quién sabe cuál será el próximo, luego de dos meses de protestas y disturbios en París, Londres, Atenas, Budapest y Kiev; a propósito de lo cual Dominique Strauss-Kahn, director del FMI, no ha gastado eufemismos para advertir que la crisis financiera podría causar agitación “prácticamente en todo el mundo” y que el ambiente político en algunas naciones “podría empeorar en los próximos meses”.

Hay que estar precavidos.  Las situaciones desesperadas conducen con frecuencia a remedios desesperados.  Y en las condiciones actuales, las viejas tentaciones del pasado pueden revivir con toda su engañosa fuerza persuasiva.

Glosa.  Clinton in China:  “Los derechos humanos no pueden interferir con la crisis económica global, el cambio climático y la crisis de seguridad”.  ¿El cambio según Obama?  +++

sábado, 21 de febrero de 2009

Las entrelíneas del referendo


(Escrito originalmente el 15 de febrero de 2009)

Al escribir esta columna no se conocen aún los resultados del referendo celebrado en Venezuela para “enmendar” la Constitución a fin de destrabar jurídicamente la pretensión del presidente Chávez de atornillarse a su silla en Miraflores ad perpetuam rei memoriam.  (Porque del resto, ya sin ataduras constitucionales, se encargarán por mitades sus áulicos y sus esbirros, para que él, ya septuagenario, pueda celebrar en el poder el bicentenario de Ayacucho).

Mientras concluye el escrutinio, vale la pena preguntarse algunas cosas que quizá ayuden a desentrañar el sentido del galimatías que los venezolanos han tenido que resolver en las urnas.  Pues es en las entrelíneas del referendo, y no en su ominosa redacción, donde radica lo crucial de esta jornada.

¿En qué facultad estudiaron los magistrados del Supremo que concluyeron que el principio de alternabilidad no es esencial para la democracia? ¿Votaron libremente los venezolanos, advertidos como estaban de que con Chávez derrotado “habrá guerra en Venezuela”? ¿Seguirán reflejando los resultados esa incipiente polarización —ya notoria en los últimos comicios regionales— entre el país urbano y aceleradamente desindustrializado y el país rural y agrario? ¿Cómo los asumirán, de paso, los que estando con la revolución bolivariana recelan del chavismo? ¿Y de qué humor va a amanecer mañana el Comandante, a quien victorioso y eufórico, o vencido y energúmeno, le quedan aún cuatro años de gobierno por delante?.

Lo de menos, es el resultado:  malo si sí, malo si no.  Lo de más es el futuro, que fácilmente se intuye agitado y tormentoso.  +++

El destino manifiesto ruso


(Escrito originalmente el 9 de febrero de 2009)

Mijaíl Bulgákov escribió alguna vez que en Rusia sólo son posibles dos cosas:  la ortodoxia y la autocracia.  Y en efecto, ya se trate de íconos y zares, o del marxismo y Stalin, Rusia parece estar naturalmente predispuesta a ellas, como si formaran parte esencial del alma rusa y constituyeran así una especie de destino manifiesto, del cual forma parte también una irrefrenable y casi siempre impúdica vocación por el imperio. No en vano, como dijo en 1510 el monje Filoteo de Pskov, Moscú es la tercera y la última Roma.

Por ello no debería sorprender a nadie que en vísperas de la Conferencia de seguridad de Múnich, Rusia haya hecho alarde no ya de su vocación sino de su poder imperial:  primero con la constitución de un cuantioso fondo (con Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán) para enfrentar la crisis económica; y luego con la creación de unas fuerzas armadas colectivas —en las que también participarán Armenia y  Uzbekistán– para responder a eventuales amenazas de terceros.  Y todo ello, mientras incrementaba la presión (y la seducción) sobre el gobierno de Kirguistán para que cerrara la base de Manás, centro neurálgico para el abastecimiento de las tropas de la Otan que operan en Afganistán.

Puede que al vicepresidente Biden no le guste la idea de las esferas de influencia, pero tendrá que resignarse.  A fin de cuentas, ni siquiera bajo Yeltsin Rusia dejó de ser un imperio, aunque entonces la resaca le baldara un poco los medios (y el orgullo) para demostrarlo.  +++

lunes, 2 de febrero de 2009

Dos viejos mundos


Tanto el Foro económico mundial de Davos como el Foro social mundial de Belém reunidos hace unos días representan, cada uno a su manera, dos viejos mundos.

El primero, el mundo del capitalismo rampante y la financiarización irresponsable que finalmente han desembocado en la actual crisis económica mundial, acerca de la cual no existe por ahora sino una única certeza:  la de que lo peor está aún por venir.  El segundo, el del discurso vago y revanchista de una izquierda amalgamada en la que caben simultáneamente nostálgicos de la planificación, filoindigenistas, teólogos rebeldes, Chávez, y hasta Lula —aunque a éste, con razón, no lo inviten a todos los debates, porque allí su moderación resulta inevitablemente sospechosa.

El mundo de Davos tiene que hacer contrición y repasar, una vez más, lecciones que han debido quedar aprendidas hace años.  El de Belém, por su parte, sigue sin ofrecer realmente una alternativa, y no lo hará mientras no deje de ser una simple plataforma para la movilización contestataria, la agitación antiglobalización y la propaganda populista.

Ninguno de los dos tiene la respuesta a la pregunta fundamental:  ¿qué hacer con la economía?  Los habitantes del uno tienen una enorme responsabilidad, por cuenta de excesos y negligencias de los que más de una vez fueron advertidos.  Los del otro no tienen mucho qué ofrecer, salvo una efervescente retórica y la nostalgia de una promesa otrora incumplida.

Y entre el silencio de unos y la algarabía de otros, la suerte de la inmensa mayoría sigue en entredicho.  +++

miércoles, 28 de enero de 2009

La suerte de Evo


Seguramente más de un mandatario latinoamericano estará envidiando la suerte del actual inquilino del Palacio Quemado, que a pesar de los turbulentos episodios que protagonizaron el año pasado las provincias de la “media luna” (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija) con sus reivindicaciones autonomistas, logró el domingo la aprobación de la nueva Constitución con la que aspira a permanecer en el poder hasta 2014, refundar “una nueva Bolivia con igualdad de oportunidades”, y  poner “fin al latifundio y al latrocinio de los recursos naturales a manos de las empresas transnacionales”.

Y sin embargo, deberían pensarlo mejor antes de envidiarlo.  Con un rechazo en las urnas cercano al 40% y la recalcitrante oposición de un tercio del país, los resultados del referendo constitucional están lejos de resolver la endémica crisis de gobernabilidad boliviana, que más bien, podría acentuarse cuando entre en vigencia una constitución que extiende la lucha partidista a la judicatura, delimita vagamente las funciones y la estructura de los poderes del Estado, escinde el sistema judicial al crear una “justicia comunitaria” inapelable y paralela a la justicia ordinaria, favorece la sobre-representación política de las minorías, y subordina en la práctica las competencias de los gobiernos provinciales a los dictados del Ejecutivo central.

Dijo Oscar Wilde que lo peor de los deseos es verlos cumplidos.  Al coya Morales parece habérsele hecho realidad el suyo.  Pero su receta para refundar el país puede acabar siendo todo lo contrario:  un manual de 411 pasos para acabar de destruir el Estado.  +++

martes, 20 de enero de 2009

La pesadilla y el noble sueño


A propósito de la posesión de Barack Obama como 44º presidente de los Estados Unidos —con todas las expectativas que suscita, y con lo que el advenimiento de un afroamericano al despacho oval tiene en sí mismo de histórico—, muy oportuna resulta la lectura de las reflexiones que sobre la historia de esa nación se hace el profesor Russell Banks en una serie de conversaciones publicadas bajo el título “Soñando América”.

Banks recuerda que el famoso “sueño americano” fue originalmente tres sueños distintos:  el sueño religioso de construir una “ciudad sobre una colina” en esa nueva tierra prometida que hallaron los tripulantes del Mayflower; el sueño de Eldorado que excitaba la ambición de conquistadores y colonos; y el de la Fuente de la Eterna Juventud, que implicaba la posibilidad permanente de empezar de nuevo.

Así, Norteamérica fue siempre imaginada como el lugar en el que el pecador se vuelve virtuoso, donde el pobre puede enriquecerse, y donde es posible renacer y reinventarse:  la Declaración de independencia, el self-made man, y el melting pot, son en buena medida consecuencia y reflejo del triple sueño americano.  Pero también lo son el mesianismo, el unilateralismo y el aislacionismo…

Lo que muchos se preguntan hoy es si Obama será capaz de devolverle al sueño americano su originaria nobleza.  O si por el contrario, habrá que resignarse a ver el sueño convertido en la pesadilla de muchos, dentro y fuera de Estados Unidos.  +++