sábado, 18 de septiembre de 2010

¿La paz? Hamás!


Hay que decirlo sin rodeos: Hamás es actualmente el principal enemigo de la paz en Medio Oriente; mucho más que la ultraderecha israelí, que por fuerza de los resultados electorales acaba a veces secuestrando los márgenes de acción del gobierno de Israel, y que tiene también una enorme responsabilidad en la perpetuación del “conflicto gordiano” con los palestinos. Ahí está, para probarlo, su amenaza de boicotear, en coalición con otros 12 grupos extremistas, los diálogos directos recién reanudados en Washington, entre Benjamin Netanyahu y Mahmud Abbas.

A fin de cuentas, Hamás es el principal beneficiario del estancamiento de la negociación y, naturalmente, de la postergación indefinida de cualquier acuerdo que permita, por ejemplo, la creación de un Estado Palestino sólido, funcional y eficaz. Todo avance en esa dirección pondría en entredicho la legitimidad de su perversa estructura paramilitar; de su filantropía proselitista, basada en el asistencialismo y el adoctrinamiento de una población desesperada, atrapada entre el bloqueo y el vacío institucional; y de su contumaz negativa a reconocer la existencia del Estado de Israel.

Eso lo saben en Tel-Aviv, en Washington, en El Cairo y en Ammán. Pero también en Teherán. ¿Qué sería del régimen iraní sin la confrontación israelo-palestina para atizar el fanatismo? Con qué alimentaría su retórica anti-estadounidense? Con qué justificaría su intervencionismo en el mundo árabe, del cual no forma parte, pero al que tiene en la mira de sus ambiciones geopolíticas?

No sorprende, entonces, que Ahmadineyad apoye a Hamás y condene de antemano las negociaciones. Ambos quieren —y necesitan— hacer imposible la paz. +++