miércoles, 17 de marzo de 2010

Cosas innecesarias


Dice Cippola en su ensayo sobre la estupidez humana que un estúpido es alguien que causa un daño a otro o a un grupo de personas, sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí —o incluso obteniendo un perjuicio. Por ello en la práctica los estúpidos son mucho más peligrosos que los malvados: un malvado tiene a veces la inteligencia de ser bueno, mientras que un tonto casi nunca tiene la bondad de ser inteligente.

En el ámbito de la política (ya sea doméstica o internacional), nada revela mejor la estupidez que la propensión de algunos líderes y gobernantes a hacer cosas absolutamente innecesarias. Tan innecesarias que acaban siendo forzosamente estúpidas. A veces inocua y a veces onerosamente estúpidas.

Para la muestra este breve rosario, cosechado al azar de algunos titulares de prensa recientes: la moción de la Cámara de Representantes norteamericana sobre el “genocidio” armenio; las desdeñosas declaraciones de Lula sobre los presos políticos cubanos; el anuncio del gobierno israelí sobre la construcción de nuevos asentamientos en Jerusalén Este; la anúteba de Gadhafi contra Suiza; los 4000 millones de dólares gastados en armas por el régimen chavista desde 2006; la insistencia de algunos países y organizaciones internacionales en mantener en entredicho al gobierno hondureño; y por supuesto, la advertencia del premier chino, Wen Jiabao, acerca de que en caso de una confrontación de su país con EE.UU, ambos saldrían perdedores.

¿Debería sorprender esta proliferación de cosas innecesarias? En absoluto. Ya lo advirtió el Eclesiastés: el número de estúpidos es infinito. Especialmente en cuestiones políticas. +++

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