Los “Estados canallas” son aquellos que actuando como gamberros, tienden a comportarse de manera disoluta y libertina: cometen actos de grosería contrarios a la comitas gentium (o cortesía entre los pueblos), transgreden recurrentemente las normas del derecho internacional, y abusan sistemáticamente de su poder para oprimir e imponer a sus nacionales el imperio del miedo.
Aunque los canallas quizá no sean los Estados, sino los gobernantes.
Por ejemplo Gadhafi, que tal vez cansado de patrocinar el terrorismo con medios materiales, ha resuelto apoyarlo ahora con su retórica inflamable, al convocar, de la manera más irresponsable, una yihad contra Suiza. ¡Sólo para cobrarle el hecho de haber llamado al orden a su hijo, acusado años atrás de violencia contra sus empleados domésticos!
O los señores Castro, que aferrados al poder en contravía de la historia, insisten en perpetuar su revolución mediante la intimidación, la persecución, la mentira, el cinismo y el absurdo, como queda demostrado con la innecesaria y criminal muerte de Orlando Zapata la semana pasada.
O el coronel Chávez, para quien las instancias de protección internacional de los derechos humanos son “excrementos”, “mafias nefastas”, “instrumentos del imperio”, que conspiran contra el paraíso que su socialismo del siglo XXI pretende levantar sobre los escombros de la libertad en Venezuela.
Son tres verdaderos canallas, a quienes el mundo entero debería condenar y dar la espalda. Lástima que a veces ciertos líderes, con buena honra y mejor fama, les acoliten el juego y los rodeen de abrazos: ¡como acaba de hacerlo en La Habana el presidente Lula!
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