martes, 20 de julio de 2010

¿Dónde está la flotilla humanitaria?



Sorprende el interés que algunas organizaciones tienen en ciertos asuntos, y el desdén —entre cómplice e irresponsable— que reservan para otros que, por pura coherencia, deberían importarles. Por ejemplo, el inflamado celo con que se emprenden las cruzadas humanitarias para denunciar la situación palestina (de la que también Hamás es responsable); mientras se soslaya la tragedia que viven millones de seres humanos bajo la férula inflexible de regímenes canallas, con los que paradójicamente se hace gala de infinita (y sospechosa) paciencia.

¿Dónde están las flotillas humanitarias camino de Burma, Guinea Ecuatorial, Guinea, Eritrea, Libia, Corea del Norte —dictadura en proceso de sucesión y no de liquidación—, Somalia, Sudán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tíbet? Allí se producen las mayores violaciones de derechos civiles y libertades políticas en todo el mundo: el omnipresente control estatal sobre la vida cotidiana es abrumador, la sociedad civil ha perdido su autonomía y la oposición política ha sido prohibida o suprimida, mientras la gente vive bajo el imperio del miedo. Pero como no ofrecen una buena oportunidad propagandística, estos dramas se invisibilizan o simplemente se encubren, en provecho de los tiranos de turno y de aquellos por venir.

Eso pasa cuando el humanitarismo, que es ante todo un compromiso ético y político, se emplea como instrumento de proselitismo. El límite entre los dos es tenue, pero existe y hay que defenderlo.

NB. Resulta esperanzador que alguien como M.A Holguín llegue a dirigir la Cancillería. Ojalá sus esfuerzos den los mejores frutos, como lo requiere el complejo momento que atraviesa la política exterior colombiana. +++

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