martes, 23 de marzo de 2010

Una nueva ecuación para la paz en Medio Oriente


Valdría la pena que con ocasión de las recientes tensiones entre Israel y sus tradicionales aliados de Occidente, la opinión pública, algunos gobiernos y los líderes mundiales revisaran algunas de las ideas recibidas y los prejuicios más arraigados, que hoy en día constituyen uno de los principales obstáculos a la paz en el Medio Oriente. (Otros son, naturalmente, la propensión de las partes a la intransigencia, a la imprudencia, y al autismo; y la proliferación de mediadores y agentes oficiosos, que buscan en el conflicto una plataforma para su prestigio, y que desprovistos de una estrategia concreta, se la pasan prometiendo entera satisfacción a todo el mundo).

Habría que revisar la vieja ecuación de “tierra por paz”, en la que ya no radica el meollo del asunto, e incorporarle nuevas variables, como el yihadismo global; las transformaciones demográficas locales; el nuevo rol de los actores regionales; los recelos que suscita en el mundo árabe (y predominantemente sunita) el chiismo nuclearizado y fundamentalista de Teherán; la forma en Hamás y sus adláteres se benefician del aplazamiento de la estatalidad palestina; y la razonable exigencia de Israel del reconocimiento formal y universal de la suya propia.

Ahora bien, lo que no ha cambiado en absoluto es el valor geoestratégico y la importancia geopolítica del Medio Oriente. El conflicto palestino-israelí no es otro de tantos conflictos interminables y endémicos, sino una de las claves de la paz y la seguridad internacionales. Por lo tanto, hay que seguir intentando resolverlo, con paciencia y creatividad, e incluso, contra todo pronóstico. +++

miércoles, 17 de marzo de 2010

Cosas innecesarias


Dice Cippola en su ensayo sobre la estupidez humana que un estúpido es alguien que causa un daño a otro o a un grupo de personas, sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí —o incluso obteniendo un perjuicio. Por ello en la práctica los estúpidos son mucho más peligrosos que los malvados: un malvado tiene a veces la inteligencia de ser bueno, mientras que un tonto casi nunca tiene la bondad de ser inteligente.

En el ámbito de la política (ya sea doméstica o internacional), nada revela mejor la estupidez que la propensión de algunos líderes y gobernantes a hacer cosas absolutamente innecesarias. Tan innecesarias que acaban siendo forzosamente estúpidas. A veces inocua y a veces onerosamente estúpidas.

Para la muestra este breve rosario, cosechado al azar de algunos titulares de prensa recientes: la moción de la Cámara de Representantes norteamericana sobre el “genocidio” armenio; las desdeñosas declaraciones de Lula sobre los presos políticos cubanos; el anuncio del gobierno israelí sobre la construcción de nuevos asentamientos en Jerusalén Este; la anúteba de Gadhafi contra Suiza; los 4000 millones de dólares gastados en armas por el régimen chavista desde 2006; la insistencia de algunos países y organizaciones internacionales en mantener en entredicho al gobierno hondureño; y por supuesto, la advertencia del premier chino, Wen Jiabao, acerca de que en caso de una confrontación de su país con EE.UU, ambos saldrían perdedores.

¿Debería sorprender esta proliferación de cosas innecesarias? En absoluto. Ya lo advirtió el Eclesiastés: el número de estúpidos es infinito. Especialmente en cuestiones políticas. +++

martes, 9 de marzo de 2010

Una mariposa en Washington



Una mariposa aleteó la semana pasada en Washington —en medio de la impenitente nieve— y podría acabar provocando una tormenta al otro lado del mundo; complicando una de las relaciones de mayor valor estratégico para Estados Unidos en el Medio Oriente, y amenazando las perspectivas de éxito de un delicado proceso de reconciliación entre dos naciones cuyo pasado compartido está lleno de heridas que, con enorme esfuerzo, vienen intentando restañar.

El aleteo es la moción aprobada por la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes estadounidense que califica como genocidio —deliberadamente ordenado por el Imperio Otomano— la muerte de cientos de miles de armenios que tuvo lugar durante la I Guerra Mundial.

Y aunque la moción es puramente declarativa y deberá ser refrendada por el pleno de la Cámara, ha tenido ya un impacto negativo en las relaciones entre Washington y Ankara; perturbando el vital entendimiento turco-norteamericano, justo cuando el Gobierno turco parece estar reevaluando críticamente su política hacia Israel, y los Estados Unidos buscan afanosamente la forma de insuflarle dinamismo al estancado proceso de paz palestino-israelí.
Por si fuera poco, la aprobación de la moción —al exacerbar los ánimos y agitar la polémica— podría frustrar los acercamientos entre Turquía y Armenia, cuyos Parlamentos deben pronunciarse aún sobre los protocolos firmados por ambos Estados en Zurich el año pasado, con el fin de restablecer sus relaciones diplomáticas (rotas desde 1993) y abrir nuevamente la frontera común.

Un aleteo tan innecesario como contraproducente… Una tormenta que fácilmente se hubiera podido evitar. +++

miércoles, 3 de marzo de 2010

Tres canallas (y medio)


Los “Estados canallas” son aquellos que actuando como gamberros, tienden a comportarse de manera disoluta y libertina: cometen actos de grosería contrarios a la comitas gentium (o cortesía entre los pueblos), transgreden recurrentemente las normas del derecho internacional, y abusan sistemáticamente de su poder para oprimir e imponer a sus nacionales el imperio del miedo.

Aunque los canallas quizá no sean los Estados, sino los gobernantes.

Por ejemplo Gadhafi, que tal vez cansado de patrocinar el terrorismo con medios materiales, ha resuelto apoyarlo ahora con su retórica inflamable, al convocar, de la manera más irresponsable, una yihad contra Suiza. ¡Sólo para cobrarle el hecho de haber llamado al orden a su hijo, acusado años atrás de violencia contra sus empleados domésticos!

O los señores Castro, que aferrados al poder en contravía de la historia, insisten en perpetuar su revolución mediante la intimidación, la persecución, la mentira, el cinismo y el absurdo, como queda demostrado con la innecesaria y criminal muerte de Orlando Zapata la semana pasada.

O el coronel Chávez, para quien las instancias de protección internacional de los derechos humanos son “excrementos”, “mafias nefastas”, “instrumentos del imperio”, que conspiran contra el paraíso que su socialismo del siglo XXI pretende levantar sobre los escombros de la libertad en Venezuela.

Son tres verdaderos canallas, a quienes el mundo entero debería condenar y dar la espalda. Lástima que a veces ciertos líderes, con buena honra y mejor fama, les acoliten el juego y los rodeen de abrazos: ¡como acaba de hacerlo en La Habana el presidente Lula!