domingo, 30 de noviembre de 2008

El sueño (tristemente) cumplido


Los atentados de la semana pasada en Bombay constituyen un verdadero hito en la historia del terrorismo internacional por varias razones.

Primero, porque fueron posibles gracias a la más sofisticada, precisa y efectiva combinación de la táctica del “enjambre” (es decir, ataques separados y dispersos, simultáneos y meticulosamente coordinados, ejecutados por comandos especialmente adiestrados), con el terrorismo suicida, la toma de rehenes y el uso de armas pequeñas y ligeras, contra una serie de objetivos blandos seleccionados con cuidado para provocar el mayor caos posible e inducir un pánico generalizado e indiscriminado.

En segundo lugar, por el impacto que podrían llegar a tener en las dinámicas internacionales, tanto a nivel regional como global.  ¿Qué duda cabe acaso, de que la inestabilidad política y económica en India y la perturbación de sus ya muy sensibles relaciones con Pakistán pueden comprometer la viabilidad de la estrategia norteamericana contra los Talibán en Asia Central?

Y además, porque suponen el mayor triunfo al que podría aspirar Al-Qaeda —sin importar o no su conexión con los presuntos autores del ataque:  el de la extensión de su modelo, el de la propagación de su discurso, el de la globalización —en últimas— del Al-Qaedismo.

Es como si en Bombay se hubiera cumplido (tristemente) el sueño de los “filósofos de la bomba” que inspiraron el terrorismo del siglo XIX; y también, la trágica hipótesis de que el 11S fue tan solo el modesto preludio de un futuro que ahora se ha convertido en presente.  +++

domingo, 9 de noviembre de 2008

De candidato a presidente


Tal como lo auguraban las encuestas, y en medio de una euforia mundial que cabe interpretar más como síntoma de angustia que de verdadera esperanza, Barack Obama pasó de ser el “candidato demócrata afro-americano” a convertirse en el presidente electo de los Estados Unidos.

Como candidato, era un candidato mundial; y como tal logró congregar casi 200 mil personas en una apoteósica jornada en Berlín, emulando a Kennedy y al reverendo King, de quienes se reclama heredero.  Como candidato, prometió el cambio, la renovación, la ruptura con el legado ominoso de Bush, el más desprestigiado y menos apreciado de los gobernantes norteamericanos.  Como candidato, ofreció una mano tendida a todo el mundo, y en consecuencia, Ahmadineyad lo felicitó por su triunfo, Chávez manifestó su interés en tener “un acercamiento con el negro”, e incluso Hamás dijo estar preparado “para dialogar con Obama y con la nueva Administración americana que tiene una mente abierta".

Como presidente, sin embargo, la cosa será distinta.  Tendrá que promover y defender los intereses norteamericanos antes que unos difusos y con frecuencia contradictorios intereses cosmopolitas.  Sus opciones políticas serán menos amplias de lo que hasta ahora se ha imaginado, por lo que la ruptura con el pasado será sumamente lenta y ante todo retórica.  Y la mano tendida tendrá que vérselas con el chantaje norcoreano, la persistente amenaza islamista y los misiles rusos en Kaliningrado.

No es pesimismo, sino puro realismo.  A fin de cuentas, un cambio en Washington no basta para cambiar el mundo.  +++

domingo, 2 de noviembre de 2008

Mejor McCain


Mejor sería que John McCain ganara las elecciones de mañana en los Estados Unidos, y no Barack Obama, aunque las encuestas no sean muy halagüeñas, y aunque a la larga, ninguno tenga las credenciales necesarias para convertirse en el presidente de talla histórica y liderazgo global que los norteamericanos (y el mundo entero) necesitan.

Paradójicamente, por eso mismo sería mejor McCain que Obama, a pesar de su edad y del hecho todavía menos tranquilizador de haber escogido una perfecta parvenue, tan inexperta en alta política como provinciana en su conocimiento del mundo, como fórmula vicepresidencial.  Pero ya que ninguno de los dos da realmente la talla y puestos a elegir, pues mejor McCain que Obama para hacer la transición hacia el futuro; es decir, para dejar atrás no sólo el legado catastrófico de Bush, sino los traumas y las taras provocados por el 11S, por la perdida ilusión de una bonanza económica que se creyó ilimitada e irreversible, y por la ingenua pretensión de que el momento unipolar de los 90 podría prolongarse indefinidamente en el siglo XXI.

Mejor McCain, porque promete menos, y en consecuencia provocará menores frustraciones cuando le llegue la hora de tomar decisiones.  Porque con sus 72 años es poco probable que en 2012 quiera ser reelegido, y eso lo forzará a hacer las cosas bien desde el principio, sabiendo —como seguramente sabe— que no tendrá una segunda oportunidad.  Y porque en política, como en todo, las cosas salen mejor por evolución que por revolución.  +++

sábado, 25 de octubre de 2008

Los Señores de la libertad


A pesar de que muchos la consideren una institución anacrónica, estamental y antidemocrática, que más valdría guardar de una vez por todas en las páginas de los libros de historia (junto con las pelucas, capas, coronas, báculos y espadas que sus miembros —los Señores espirituales y temporales del Reino— portan aún en las solemnidades), la Cámara de los Lores del parlamento inglés acaba de justificarse —por largo rato, ojalá— al forzar al gobierno laborista a retirar una propuesta de ley que ampliaba a 42 días el término de detención preventiva (sin formulación de cargos) para los sospechosos de terrorismo.

La genial idea, que los Lores consideraron “innecesaria, indeseable e impracticable”, habría supuesto el más contundente triunfo de los mismos terroristas cuya actividad estaba destinada, presuntamente, a contener.  A fin de cuentas, Al Qaeda ha dejado en claro más de una vez que su aspiración final (y escatológica) es la destrucción de Occidente:  algo difícil de lograr por medio de bombas y suicidas, pero relativamente fácil de obtener si las sociedades liberales renuncian, víctimas del miedo y de la paranoia, a la defensa de sus ideales y valores más propios, como la inacabada aspiración a desterrar del ejercicio del poder la tentación de la arbitrariedad.

Por fortuna, los Lores supieron preservar el patrimonio de la nación que se inventó el habeas corpus.  Un patrimonio cuya defensa es la mejor estrategia para enfrentar y derrotar la amenaza terrorista dondequiera que ésta emerja y quiera ensañarse con la libertad.  +++

domingo, 19 de octubre de 2008

El justiciero

No se le puede reprochar a nadie sentir la tentación de la fama.  Todos los hombres, a fin de cuentas, requieren algún tipo de reconocimiento por parte de sus semejantes para realizarse plenamente como personas:  esse est percipi, dijo George Berkeley.  Pero sí se puede reprochar la irresponsable obsesión con la que algunos persiguen la fama sólo por atender las exigencias su insaciable narcisismo.

Tal es el caso del juez español Baltasar Garzón, conocido en todo el mundo por los procesos que ha intentado contra narcotraficantes, capos de la mafia rusa, dictadores retirados y políticos en ejercicio; y más recientemente, por ordenar la exhumación de García Lorca y armar un sumario contra Franco y 34 jefes nacionalistas (todos ya fallecidos) por los delitos de insurrección y desapariciones forzadas, cometidos al fragor de la Guerra civil.

Otro sumario-suflé, dicen los españoles, porque el justiciero universal es tan buena vedette mediática como mal instructor de procesos.  Otra chapuza jurídica que en vano paga España con polarización, crispación y renovados resentimientos.  Otra muestra de su megalomanía, que contrasta con la respuesta del Nobel de Paz, Martti Ahtisaari, cuando se le preguntó su opinión al respecto: “Es muy fácil criticar a otros desde fuera. Pero, estando aquí sentado, no podría jurar que soy una persona tan recta que, si hubiera nacido en Suráfrica, habría elegido el bando bueno y habría resistido la opresión. Y me da miedo pensar qué habría hecho si hubiera nacido en los años treinta en Alemania.”  +++

lunes, 13 de octubre de 2008

Al fragor de la crisis


Una crisis como la que atraviesa la economía mundial da para todo, y especialmente, para exacerbar los milenarismos de nuevo cuño y alimentar la imaginación —ávida de catástrofes— de los más literales exégetas del Apocalipsis.

Unos han dicho que “el capitalismo ha llegado a su fin”, como el sociólogo Immanuel Wallerstein, que en una interesante entrevista publicada por Le Monde el pasado domingo señalaba además que la crisis actual coincide con la terminación de un ciclo político global, el de la hegemonía norteamericana, cuyo declive habría empezado ya en los años 70.  Otros, sin la solidez argumentativa de Wallerstein (gracias a la cual sus hipótesis pueden ser honestamente debatidas), han afirmado sin sonrojarse que como consecuencia de la crisis, la economía del futuro será una economía planificada à la manière soviétique, regida acaso por un Gosplan de alcance global en reemplazo de las anacrónicas y desprestigiadas instituciones de Bretton Woods.

Lo cierto es que al fragor de la crisis se vienen diciendo muchas cosas.  Tantas, que en medio de semejante algarabía cualquiera se siente facultado para hacer profecías y resucitar oprobiosos fantasmas del pasado.  Por eso no falta quien evoque la planificación soviética como la panacea, desconociendo que mientras el capitalismo ha sobrevivido más de una crisis, adaptándose y transformándose (no sin sobresaltos), el modelo soviético, artificioso y ficticio, no fue capaz de resistir el envite de la realidad y de la historia, como tampoco lo serán sus reediciones, no importa la portada que se pretenda usar para encubrirlo.  +++

miércoles, 8 de octubre de 2008

Reprobado


A veces parece que el mundo fuera un estudiante díscolo y flojo, que acumula logros pendientes y apuesta a recuperarlos todos en la última semana, confiado en pasar al curso siguiente por obra y gracia de la promoción automática.

Por ejemplo, en materia política es innegable el reflujo de la ola de democratización que se inició en los 70 y que en 1991 se creyó definitiva; y por si fuera poco, la libertad parece estar en retirada, incluso allí donde se inventaron el liberalismo.  En el campo de la seguridad, aunque los grandes conflictos sean hoy una rareza, nuevas amenazas emergen cada día sin que sea claro cómo contenerlas sin provocar un caos aún mayor.  Y la economía mundial exhibe un desastrado aspecto de resaca, mientras que algunas zonas del planeta dan la impresión de requerir mil años más para cumplir con las metas de desarrollo del milenio.

Pero el mundo no puede apostar su futuro a la promoción automática, y cada logro aplazado se añade a un fardo que, tarde o temprano, no habrá quién pueda llevar.  El de la historia, infortunadamente, es un curso que no se puede repetir…

*  *  *

Con tanta noticia aterradora (la resistencia de Al-Qaeda, el chantaje norcoreano, la voracidad de los piratas somalíes, y la quiebra de los bancos de inversión), qué alentador resulta leer "El hombre de diamante", la última novela de Enrique Serrano:  una lectura obligada, para consuelo del alma, en medio de las actuales angustias del mundo. +++

domingo, 28 de septiembre de 2008

Un dragón amurallado


Algo extraño está pasando en China.  Durante la última década su PIB ha crecido a un ritmo cercano al 10% anual, y es posible que en 2009 desplace a Alemania como principal exportador del mundo, a medida que sus productos de bajo costo inundan todos los mercados.  Ese crecimiento se ha reflejado en un aumento no menos desbordado de su consumo de energía y de su actividad industrial.  Por si fuera poco, acaba de organizar (y ganar) los Juegos olímpicos en medio de un derroche de espectacularidad y sofisticación sin precedentes.   Y antier el astronauta Zhai Zhigang hizo ondear la bandera china en el espacio exterior luego de enviar un contundente mensaje a sus compatriotas (y acaso al mundo entero también):  “el Partido y el pueblo van a cumplir la tarea con éxito”.

Mientras tanto, la cifra de niños intoxicados por consumir leche contaminada ha superado los 50 mil, y varios países han tomado precauciones frente a lo que parece ser un episodio más de la “saga de intoxicaciones” protagonizada por productos chinos, desde juguetes hasta medicamentos.

Esa debería ser una razón suficiente —por no hablar de la incontenible pobreza, la disparidad del desarrollo humano, y el deterioro ambiental que China padece y provoca— para disuadir a los profetas de una inminente primacía china a escala global.  China es, ciertamente, un dragón.  Pero por ahora es un dragón amurallado, al que le falta aún un largo trecho por recorrer antes de romper el yugo que le imponen sus propias contradicciones.  +++

lunes, 22 de septiembre de 2008

Pitirrusos

Un pitiyanqui es un imitador servil de las costumbres estadounidenses.  El término, acuñado en Puerto Rico, pero usado sobre todo en Venezuela, ha sido recientemente incorporado al vocabulario de uso frecuente del presidente Hugo Chávez, donde compartirá honores con otros vocablos, menos elaborados quizá, pero igualmente sonoros, que harán las delicias de la poética chavista.

Habría que preguntarle si también hay pitirusos, sobre todo ahora que ha llegado a la conclusión de que el desarrollo, la paz, e incluso las vidas de los latinoamericanos, dependen de amigos como Rusia.  Dirá que no, seguramente, porque según su lógica implacable, Putin no huele a azufre, Moscú jamás ha tenido ambiciones imperiales, la de Osetia y Abjasia fue una intervención humanitaria, y además, Rusia queda muy lejos como para ensañarse con los sufridos pueblos latinoamericanos como lo han hecho los yanquis durante tanto tiempo.

Y puede que en algo tenga razón:  Rusia queda demasiado lejos, y no habrá ejercicio naval conjunto, ni efervescente compra de armamentos, ni alianzas energéticas que compensen esa realidad, tanto geográfica como geopolítica.  Quizá los rusos jueguen un poco a enrarecer el ambiente, a irritar a Washington —como los yanquis hacen a veces en el espacio postsoviético—, mientras Chávez eleva el color de su retórica; pero saben que no deben ir más lejos, para no arriesgar una de las metas de su política exterior:  que se reconozca que existen zonas de influencia que las potencias deben respetarse recíprocamente, ya sea en el Caribe o en el Cáucaso.  +++

domingo, 14 de septiembre de 2008

No hay paz que valga en Bolivia


Por una de esas ironías de la historia, las noticias que llegan desde la capital boliviana presagian cualquier cosa, menos el pronto retorno de la tranquilidad y la normalidad al país andino que parece debatirse entre un mundo ya muerto —el del viejo e incontestado dominio de los cambas (mestizos)— y otro aún incapaz de nacer —el del modelo indigenista, pero no autonómico, del coya Morales y su vía boliviana al socialismo.

Y la verdad es que por ahora no hay paz que valga en Bolivia.  Ni la que pueda ofrecer eventualmente el gobierno, desistiendo de detener al prefecto de Pando; ni la que puedan prometer los líderes opositores del Consejo nacional democrático, que han accedido a levantar el bloqueo de las principales carreteras del país.  Tampoco la que pueda promover el inoportuno intervencionismo chavista; ni la que por mejores intenciones que tenga, pueda impulsar la cumbre de Unasur en Santiago.  El problema boliviano es estructural y no coyuntural.

El frágil aparato estatal boliviano se está desmoronando al fragor de los masivos levantamientos autonomistas, en medio de un clima de creciente crispación social y de enconada tensión entre las clases altas y las nuevas élites indigenistas, mientras los unos recelan de Caracas y los otros acusan a Washington.  Unos ingredientes cuya mezcla ha resultado siempre explosiva, y que hacen inevitable evocar, sin ser apocalípticos, a Theda Skocpol, que tras estudiar juiciosamente las revoluciones llegó a la conclusión de que éstas nunca se hacen, sino que simplemente ocurren cuando pueden.  +++

domingo, 7 de septiembre de 2008

La conversión de un canalla

En la jerga del Departamento de Estado de los EE.UU un “Estado canalla” (rogue state) es aquel que no respeta las reglas del juego y que, por lo tanto, representa una amenaza potencial para la paz y la seguridad internacionales.  Un gobierno dictatorial, un profuso historial de violaciones a los derechos humanos, el patrocinio de organizaciones terroristas, y el desarrollo de armas de destrucción masiva, parecen ser los criterios básicos que debe cumplir quien aspire a merecer la etiqueta.

Como a los canallas de a pie, a los díscolos del sistema internacional hay que disciplinarlos, reducirlos al orden antes de que sea muy tarde.  A veces, Washington lo hace a punta de garrote (como con los talibán y con Hussein); otras con zanahoria (como ha intentado hacerlo con Corea del Norte); y otras con paciencia, contundencia y discreción.

Tal es el caso de Libia, “canalla” por antonomasia, que ahora parece volver al redil, y no por mérito de los bombarderos norteamericanos, ni por cuenta de la satanización mediática del régimen de Gaddafi; sino gracias a una afortunada conjunción de factores, uno de los cuales —y no el menos importante— ha sido la aplicación de una estrategia coherente y sostenida de sanciones y aislamiento internacional ante la cual el gobierno de Trípoli, finalmente, ha tenido que ceder.

Y aunque siga siendo un “Estado paria” en muchos aspectos, hay que agradecer la conversión de Libia:  es uno de los pocos aportes que ha hecho la política exterior de Bush a la estabilidad mundial.  +++

domingo, 31 de agosto de 2008

Una Europa achacosa


En tan sólo siete años la tasa de mortalidad superará la de natalidad en el conjunto de la Unión europea.  Eso marcará un punto de inflexión en su historial demográfico y señalará la entrada de Europa en la “tercera edad”, a medida que se eleva la esperanza de vida, disminuye el número de nacimientos y se estrecha la proporción entre población económicamente activa y población jubilada.  Tal es la conclusión contundente del último informe de Eurostat, la agencia europea de información estadística, sobre las tendencias demográficas del continente:  la Europa del futuro será una Europa envejecida.

Y la vejez, como dicen los que saben, no viene sola.  La Europa del futuro será también achacosa.  El engrosamiento de la población mayor dejará sentir su impacto no sólo en los sistemas de seguridad social, sobrecargados por una creciente demanda (tanto en salud como en pensiones) difícil de financiar con base en los esquemas actuales.  La mayor exigencia de recursos en estos rubros afectará a su vez otros renglones del gasto y la inversión social, como la educación, que podrían dejar de ser prioritarios para un electorado conformado mayoritariamente por adultos sin hijos y ancianos.  Por otro lado, una reducción de la oferta de trabajo podría presionar los salarios al alza, y por esa vía, afectar el dinamismo de la economía.

No hay panacea para tanto achaque.  La inmigración quizá pueda amortiguarlos, al menos temporalmente.  Pero la inmigración implica también algunos riesgos que está por verse si Europa está dispuesta a correr.   +++

domingo, 24 de agosto de 2008

Dos eventos barrocos

Dos acontecimientos de naturaleza aparentemente disímil —e incluso contraria— han ocupado por igual los titulares de periódicos y noticiarios en todo el mundo durante el mes que está por concluir.  Este verano pasará a la historia como el verano en que los chinos hicieron los Juegos olímpicos, y no sólo por haber sido Pekín la ciudad anfitriona de las competencias, sino por el medio centenar de medallas de oro que los consagraron vencedores de las justas.  Pero también será recordado como el verano de la (¿primera?) guerra del Cáucaso, en que el oso ruso acabó de hibernar y empezó a rugir nuevamente, mientras los Estados Unidos —la superpotencia solitaria— quedaban relegados al papel de espectadores, y en Europa la memoria de otro verano, el de 1968, evocaba atávicos fantasmas.

Parecería una coincidencia, pero no.  Se trata de dos eventos que reflejan el carácter profundamente barroco de la geopolítica contemporánea; de sucesos llenos de lo que para Panofsky constituye la esencia del barroco:  un alboroto magnífico:  movimiento incesante, riqueza imponente del color y la composición, efectos teatrales producidos por el juego libre de la luz y la sombra, mezcla indiscriminada de materias y técnicas”.  Ya sea en el “Nido de pájaro” o por los caminos de Osetia del Sur, eso es lo que hay: agitación, desbordamiento, incontinencia, teatralidad, sincretismo y paradoja.

Lástima que por ahora este barroco geopolítico no prometa un happy end, esa salida placentera a un conflicto doloroso, que es en cambio tan propia de su equivalente artístico.  +++

sábado, 16 de agosto de 2008

De verdad y de mentira (2)



La lista de cosas que parecen verdad (sin serlo) podría ser muchísimo más larga.  Pero incluso Hércules tendría suficiente trabajo si se dedicara apenas a reflexionar detenidamente acerca de las ocho que enumeraba esta columna la semana pasada.  Tendría que reclamar la ayuda hasta de los Titanes para tratar de desentrañar, a partir de tan resumido compendio, algún signo de sentido en medio del desorden mundial contemporáneo.

Este caos incluye también, por supuesto, cosas que parecen mentira (¡pero no lo son en absoluto!), de las cuales podría hacerse un catálogo aún más prolijo que haría las delicias de Ripley.  Entre ellas estarían, sin duda, las siguientes:

  • las barreras de metal y concreto que siguen levantando con ahínco en sus fronteras algunos Estados, con la vana esperanza de contener así la amenaza de los “bárbaros”;
  • las restricciones del régimen de Mugabe a la ayuda humanitaria en Zimbabue;
  • las declaraciones del general ruso Anatoly Nogovitsyn sobre un posible ataque nuclear a Polonia;
  • la elección de un caudillo maoísta para liderar el tránsito de Nepal hacia la democracia;
  • la posibilidad de que Francia haya prestado apoyo político, militar, diplomático y logístico al régimen ruandés responsable del genocidio de 1994;
  • el acucioso pudor con que Berlusconi ordenó retocar el Tiepolo de su sala de prensa para no herir la susceptibilidad de los espectadores, 
  • y la impudicia con que, en cambio, promovió una ley de inmunidad en beneficio propio y ordenó el censo obligatorio de la minoría gitana…

¡Aunque usted no lo crea!  +++

domingo, 10 de agosto de 2008

De verdad y de mentira (1)



La de las enumeraciones es una tradición bien asentada en Oriente.  Baste el ejemplo de una de las piezas fundacionales de la literatura japonesa, el Libro de la almohada, que incluye extensos catálogos de cosas (las desagradables de ver, las ridículas, las que suscitan una profunda emoción o las que provocan angustia, por citar algunos), en los que reside buena parte de su encanto.  Probablemente el atractivo de la enumeración, elevada allí a la categoría de género literario, tenga que ver también con su efecto terapéutico, como bien lo sabía el místico musulmán que recomendaba recitar continuamente los 99 nombres de Dios para curar la impaciencia.

Con los tiempos que corren, y a falta de otro remedio, quizá toque apelar a la enumeración con la esperanza de conjurar así los males del siglo.  Para empezar podría hacerse un catálogo de cosas que parecen de verdad y otro de cosas que parecen de mentira.

Cosas que parecen de verdad (sin serlo):
  • la separación entre deporte y política en el marco de las Olimpiadas
  • la versión de la modernidad según el Partido comunista chino (impúdicamente exhibida con ocasión de los Juegos)
  • el compromiso de Sarkozy y otros líderes mundiales con la causa de los derechos humanos en China
  • los beneficios derivados de la existencia de la Corte penal internacional
  • el aplanamiento del mundo por cuenta de la globalización
  • Rusia como algo radicalmente distinto de la antigua Unión Soviética
  • la expansión de la democracia por el tercer mundo, y
  • el inminente declive de Occidente, entre otras…  +++

domingo, 3 de agosto de 2008

Sinomanía



La celebración de los Juegos olímpicos en China a partir de esta semana provocará más de un efecto colateral, no sólo en el campo deportivo y político —donde pueden darse por descontados tanto las sorpresas como los incidentes— sino también en otros ámbitos, como el del imaginario de Occidente en relación con el mítico “Imperio del centro”.

No podría ser distinto.  La relación de Occidente con China nunca ha sido simple:  por el contrario, abunda en paradojas y complejidades.  La idealizó y la descubrió maravillado con Marco Polo, y también con Voltaire, los exploradores victorianos y el presidente Nixon varias centurias después.  La halló esquiva y elusiva, incluso cuando quiso aproximarse a ella reconociendo su otredad, como lo intentó el padre Ricci en el siglo XVI.  La violentó primero con las guerras del opio y luego la humilló sometiéndola a las abusivas cláusulas de los tratados desiguales, de Nanjing en adelante.  La pasó por alto en la primera postguerra mundial, y en la segunda la elevó al solio de las grandes potencias.  Ha coqueteado con ella, le ha reprochado ser como es, y ahora la mira con una mezcla de admiración, ansiedad, censura y recelo, no exenta de temor milenarista.

Habrá que ver cómo influye esta experiencia olímpica en la imagen que Occidente tiene de China, y sobre todo, en su capacidad de comprenderla sin exagerarla.  Ojalá sirviera para moderar tanto las expectativas como las reticencias.  Por ahora, sin embargo, todo lo que hay es una epidemia aguda de sinomanía.  +++

sábado, 26 de julio de 2008

El presidente mundial


Los cerca de 200 mil alemanes que el jueves pasado se congregaron en el Tiergarten para oír al senador Barack Obama son la prueba fehaciente no sólo del encanto y el atractivo personal del candidato demócrata (que convoca multitudes como si fuera una estrella de rock), sino también de la esperanza que los Estados Unidos todavía encarnan para muchos a lo largo y ancho del mundo.

Hay que admitir que Obama lo hizo de forma impecable:  invocó los valores y los ideales compartidos, criticó los recelos que afloran a lado y lado del Atlántico,  se presentó a sí mismo como un simple ciudadano, no sólo de los Estados Unidos, sino del mundo entero, y en la memoria de muchos evocó la imagen de otros norteamericanos (Kennedy, King, Reagan), que también en Berlín pronunciaron palabras capaces de cambiar el curso de la historia.  Mejor dicho, no habló como candidato a la presidencia de su nación, sino como aspirante a la presidencia del mundo:  un cargo sin existencia declarada pero que, en la práctica, muchos quisieran ver a alguien ejerciendo desde Washington, desde donde otrora también se ejerció (por la razón o por la fuerza) el liderazgo del “mundo libre”.

En buena medida, esta nostalgia de un liderazgo global, este anhelo de que alguien venga y ponga el mundo en orden, explican su popularidad.  Lástima que, como están las cosas, esa titánica labor que tantos esperan de él —y de los Estados Unidos— esté aparentemente más allá de sus fuerzas y de sus posibilidades.  +++

(Publicado en El nuevo siglo, lunes 28 de julio de 2008, A16)

martes, 22 de julio de 2008

Cosas de don Daniel


Podría pensarse que a juzgar por sus actitudes del último año, el Comandante Daniel Ortega padece un serio problema de encarnizamiento con Colombia, ya que no pierde ocasión para cebarse en el daño que cree producirle al país con cada una de sus boutades, ya vengan en forma de apología de lo indefendible o elogio de la locura.  Pero el problema de don Daniel es aún más grave, puesto que tras su ensañamiento con Colombia se esconde una profunda herida narcisista que lo lleva no sólo a falsear la realidad, sino a negar el pasado.

Prueba de ello es su decisión de condecorar con la Orden Rubén Darío a Margot Honecker en un solemne acto con motivo de la celebración del XXIX aniversario de la Revolución sandinista.  Como si el muro de Berlín no hubiera caído, y jamás se hubieran develado los crímenes de los que fue responsable el gobierno de su esposo, Eric Honecker, en la extinta RDA, y a los que ella misma como ministra de Educación no fue en modo alguno ajena, don Daniel no tuvo reparos en estrecharla entre sus brazos, mientras ella —conocida en su país como “la bruja púrpura”— sonreía y proclamaba a todo pulmón:  “Larga vida a la revolución, larga vida a Nicaragua”.

Cosas de don Daniel.  Su canciller dijo a propósito que Honecker “es una historia viviente de la historia de la humanidad”.  Y paradójicamente tiene razón.  Pero Ortega es demasiado tozudo como para entenderlo, incluso con ella entre sus brazos.  +++

(Publicado en El nuevo siglo, 23 de julio de 2008, A16)