
A veces parece que el mundo fuera un estudiante díscolo y flojo, que acumula logros pendientes y apuesta a recuperarlos todos en la última semana, confiado en pasar al curso siguiente por obra y gracia de la promoción automática.
Por ejemplo, en materia política es innegable el reflujo de la ola de democratización que se inició en los 70 y que en 1991 se creyó definitiva; y por si fuera poco, la libertad parece estar en retirada, incluso allí donde se inventaron el liberalismo. En el campo de la seguridad, aunque los grandes conflictos sean hoy una rareza, nuevas amenazas emergen cada día sin que sea claro cómo contenerlas sin provocar un caos aún mayor. Y la economía mundial exhibe un desastrado aspecto de resaca, mientras que algunas zonas del planeta dan la impresión de requerir mil años más para cumplir con las metas de desarrollo del milenio.
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Con tanta noticia aterradora (la resistencia de Al-Qaeda, el chantaje norcoreano, la voracidad de los piratas somalíes, y la quiebra de los bancos de inversión), qué alentador resulta leer "El hombre de diamante", la última novela de Enrique Serrano: una lectura obligada, para consuelo del alma, en medio de las actuales angustias del mundo. +++
1 comentario:
Por eso se equivocó Fukuyama cuando anunció el "Fin de la Historia".
El mundo siempre es cambiante y complejo y por eso traerá siempre nuevos retos, cosa que a mi juicio hay que agradecer o sino que aburrido sería.
Estoy totalmente de acuerdo con la última parte. Las tareas incómodas se le dejan siempre a las siguientes generaciones y en algún punto eso no podrá sostenerse.
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