domingo, 31 de agosto de 2008

Una Europa achacosa


En tan sólo siete años la tasa de mortalidad superará la de natalidad en el conjunto de la Unión europea.  Eso marcará un punto de inflexión en su historial demográfico y señalará la entrada de Europa en la “tercera edad”, a medida que se eleva la esperanza de vida, disminuye el número de nacimientos y se estrecha la proporción entre población económicamente activa y población jubilada.  Tal es la conclusión contundente del último informe de Eurostat, la agencia europea de información estadística, sobre las tendencias demográficas del continente:  la Europa del futuro será una Europa envejecida.

Y la vejez, como dicen los que saben, no viene sola.  La Europa del futuro será también achacosa.  El engrosamiento de la población mayor dejará sentir su impacto no sólo en los sistemas de seguridad social, sobrecargados por una creciente demanda (tanto en salud como en pensiones) difícil de financiar con base en los esquemas actuales.  La mayor exigencia de recursos en estos rubros afectará a su vez otros renglones del gasto y la inversión social, como la educación, que podrían dejar de ser prioritarios para un electorado conformado mayoritariamente por adultos sin hijos y ancianos.  Por otro lado, una reducción de la oferta de trabajo podría presionar los salarios al alza, y por esa vía, afectar el dinamismo de la economía.

No hay panacea para tanto achaque.  La inmigración quizá pueda amortiguarlos, al menos temporalmente.  Pero la inmigración implica también algunos riesgos que está por verse si Europa está dispuesta a correr.   +++

domingo, 24 de agosto de 2008

Dos eventos barrocos

Dos acontecimientos de naturaleza aparentemente disímil —e incluso contraria— han ocupado por igual los titulares de periódicos y noticiarios en todo el mundo durante el mes que está por concluir.  Este verano pasará a la historia como el verano en que los chinos hicieron los Juegos olímpicos, y no sólo por haber sido Pekín la ciudad anfitriona de las competencias, sino por el medio centenar de medallas de oro que los consagraron vencedores de las justas.  Pero también será recordado como el verano de la (¿primera?) guerra del Cáucaso, en que el oso ruso acabó de hibernar y empezó a rugir nuevamente, mientras los Estados Unidos —la superpotencia solitaria— quedaban relegados al papel de espectadores, y en Europa la memoria de otro verano, el de 1968, evocaba atávicos fantasmas.

Parecería una coincidencia, pero no.  Se trata de dos eventos que reflejan el carácter profundamente barroco de la geopolítica contemporánea; de sucesos llenos de lo que para Panofsky constituye la esencia del barroco:  un alboroto magnífico:  movimiento incesante, riqueza imponente del color y la composición, efectos teatrales producidos por el juego libre de la luz y la sombra, mezcla indiscriminada de materias y técnicas”.  Ya sea en el “Nido de pájaro” o por los caminos de Osetia del Sur, eso es lo que hay: agitación, desbordamiento, incontinencia, teatralidad, sincretismo y paradoja.

Lástima que por ahora este barroco geopolítico no prometa un happy end, esa salida placentera a un conflicto doloroso, que es en cambio tan propia de su equivalente artístico.  +++

sábado, 16 de agosto de 2008

De verdad y de mentira (2)



La lista de cosas que parecen verdad (sin serlo) podría ser muchísimo más larga.  Pero incluso Hércules tendría suficiente trabajo si se dedicara apenas a reflexionar detenidamente acerca de las ocho que enumeraba esta columna la semana pasada.  Tendría que reclamar la ayuda hasta de los Titanes para tratar de desentrañar, a partir de tan resumido compendio, algún signo de sentido en medio del desorden mundial contemporáneo.

Este caos incluye también, por supuesto, cosas que parecen mentira (¡pero no lo son en absoluto!), de las cuales podría hacerse un catálogo aún más prolijo que haría las delicias de Ripley.  Entre ellas estarían, sin duda, las siguientes:

  • las barreras de metal y concreto que siguen levantando con ahínco en sus fronteras algunos Estados, con la vana esperanza de contener así la amenaza de los “bárbaros”;
  • las restricciones del régimen de Mugabe a la ayuda humanitaria en Zimbabue;
  • las declaraciones del general ruso Anatoly Nogovitsyn sobre un posible ataque nuclear a Polonia;
  • la elección de un caudillo maoísta para liderar el tránsito de Nepal hacia la democracia;
  • la posibilidad de que Francia haya prestado apoyo político, militar, diplomático y logístico al régimen ruandés responsable del genocidio de 1994;
  • el acucioso pudor con que Berlusconi ordenó retocar el Tiepolo de su sala de prensa para no herir la susceptibilidad de los espectadores, 
  • y la impudicia con que, en cambio, promovió una ley de inmunidad en beneficio propio y ordenó el censo obligatorio de la minoría gitana…

¡Aunque usted no lo crea!  +++

domingo, 10 de agosto de 2008

De verdad y de mentira (1)



La de las enumeraciones es una tradición bien asentada en Oriente.  Baste el ejemplo de una de las piezas fundacionales de la literatura japonesa, el Libro de la almohada, que incluye extensos catálogos de cosas (las desagradables de ver, las ridículas, las que suscitan una profunda emoción o las que provocan angustia, por citar algunos), en los que reside buena parte de su encanto.  Probablemente el atractivo de la enumeración, elevada allí a la categoría de género literario, tenga que ver también con su efecto terapéutico, como bien lo sabía el místico musulmán que recomendaba recitar continuamente los 99 nombres de Dios para curar la impaciencia.

Con los tiempos que corren, y a falta de otro remedio, quizá toque apelar a la enumeración con la esperanza de conjurar así los males del siglo.  Para empezar podría hacerse un catálogo de cosas que parecen de verdad y otro de cosas que parecen de mentira.

Cosas que parecen de verdad (sin serlo):
  • la separación entre deporte y política en el marco de las Olimpiadas
  • la versión de la modernidad según el Partido comunista chino (impúdicamente exhibida con ocasión de los Juegos)
  • el compromiso de Sarkozy y otros líderes mundiales con la causa de los derechos humanos en China
  • los beneficios derivados de la existencia de la Corte penal internacional
  • el aplanamiento del mundo por cuenta de la globalización
  • Rusia como algo radicalmente distinto de la antigua Unión Soviética
  • la expansión de la democracia por el tercer mundo, y
  • el inminente declive de Occidente, entre otras…  +++

domingo, 3 de agosto de 2008

Sinomanía



La celebración de los Juegos olímpicos en China a partir de esta semana provocará más de un efecto colateral, no sólo en el campo deportivo y político —donde pueden darse por descontados tanto las sorpresas como los incidentes— sino también en otros ámbitos, como el del imaginario de Occidente en relación con el mítico “Imperio del centro”.

No podría ser distinto.  La relación de Occidente con China nunca ha sido simple:  por el contrario, abunda en paradojas y complejidades.  La idealizó y la descubrió maravillado con Marco Polo, y también con Voltaire, los exploradores victorianos y el presidente Nixon varias centurias después.  La halló esquiva y elusiva, incluso cuando quiso aproximarse a ella reconociendo su otredad, como lo intentó el padre Ricci en el siglo XVI.  La violentó primero con las guerras del opio y luego la humilló sometiéndola a las abusivas cláusulas de los tratados desiguales, de Nanjing en adelante.  La pasó por alto en la primera postguerra mundial, y en la segunda la elevó al solio de las grandes potencias.  Ha coqueteado con ella, le ha reprochado ser como es, y ahora la mira con una mezcla de admiración, ansiedad, censura y recelo, no exenta de temor milenarista.

Habrá que ver cómo influye esta experiencia olímpica en la imagen que Occidente tiene de China, y sobre todo, en su capacidad de comprenderla sin exagerarla.  Ojalá sirviera para moderar tanto las expectativas como las reticencias.  Por ahora, sin embargo, todo lo que hay es una epidemia aguda de sinomanía.  +++