domingo, 14 de septiembre de 2008

No hay paz que valga en Bolivia


Por una de esas ironías de la historia, las noticias que llegan desde la capital boliviana presagian cualquier cosa, menos el pronto retorno de la tranquilidad y la normalidad al país andino que parece debatirse entre un mundo ya muerto —el del viejo e incontestado dominio de los cambas (mestizos)— y otro aún incapaz de nacer —el del modelo indigenista, pero no autonómico, del coya Morales y su vía boliviana al socialismo.

Y la verdad es que por ahora no hay paz que valga en Bolivia.  Ni la que pueda ofrecer eventualmente el gobierno, desistiendo de detener al prefecto de Pando; ni la que puedan prometer los líderes opositores del Consejo nacional democrático, que han accedido a levantar el bloqueo de las principales carreteras del país.  Tampoco la que pueda promover el inoportuno intervencionismo chavista; ni la que por mejores intenciones que tenga, pueda impulsar la cumbre de Unasur en Santiago.  El problema boliviano es estructural y no coyuntural.

El frágil aparato estatal boliviano se está desmoronando al fragor de los masivos levantamientos autonomistas, en medio de un clima de creciente crispación social y de enconada tensión entre las clases altas y las nuevas élites indigenistas, mientras los unos recelan de Caracas y los otros acusan a Washington.  Unos ingredientes cuya mezcla ha resultado siempre explosiva, y que hacen inevitable evocar, sin ser apocalípticos, a Theda Skocpol, que tras estudiar juiciosamente las revoluciones llegó a la conclusión de que éstas nunca se hacen, sino que simplemente ocurren cuando pueden.  +++

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es evidente que el problema boliviano es estructural, y por lo mismo es necesario que las cosas cambien de fondo. Lo que parece no cambiar es el intervencionismo y no solo el de Washington.Acerca de las revoluciones me remito a Arendt: no son las masas las que piensan y propician las revoluciones.
Mery castillo-Amigo

Tomás Molina dijo...

Algún amigo mío que vivió un año en Bolivia, me contó que la situación allí no es tan grave como aparece en los medios. Que lo único que quieren los campesinos es vivir en paz, continuando con sus tradiciones milenarias. Ni les interesa el capitalismo, ni el "desarrollo" económico, ni Chávez, ni socialismos, ni nada. Quieren seguir con el modo de vida de sus abuelos y bisabuelos.

Quién sabe en realidad qué pasa por esas tierras...

http://oximoronendomenor.blogspot.com/

Juan Sebastián Leiva dijo...

He ahí uno de las muchas críticas que le hago al discurso democrático occidental, mientras nos sirve somos felices, pero cuando le sirve al contrario entonces no nos gusta, se nos olvida la legitimidad de un gobierno.

Las clases altas que se sienten afectadas por el gobierno de Evo entonces deciden separarse antes que ceder su poder. En este caso la democracia no sirve.

De forma similar pasa con los halagos o las críticas hechas por Occidente a los procesos en Palestina y en Irán (sin pretender justificar a Almadinejad).