martes, 20 de julio de 2010

Promesas incumplidas



Cinco meses después del terremoto de Haití, los 5,3 billones de dólares ofrecidos por varios países en la Conferencia de Donantes auspiciada por Washington están, como se dice en Colombia, envolatados. Y aunque se han distribuido miles de tiendas y se ha logrado asegurar la provisión de agua potable, alimentación básica y atención médica esencial a cerca de un millón de sobrevivientes, los escombros permanecen apilados allí donde quedaron por fuerza de la naturaleza; y por ahora, los planes de reconstrucción urgente aprobados en abril parecen estar estancados. ¿La razón? Otro desastre, pero esta vez puramente humano: el que resulta de la lentitud en la asignación y distribución de los recursos ofrecidos, la falta de coordinación entre las distintas agencias internacionales involucradas y, sobre todo, de la precaria capacidad de las autoridades locales del que ya antes del sismo era el Estado más pobre y débil del continente americano.

Ojalá esta prueba de fuego para la comunidad internacional no se pierda en recriminaciones y reivindicaciones. Debería pensarse más bien en diseñar e implementar un régimen de atención de emergencias, con un fondo internacional permanente y unos dispositivos de despliegue rápido y eficaz, capaces de proporcionar no sólo ayuda paliativa sino de administrar y canalizar recursos inmediatos para ejecutar los programas de reconstrucción. En otras palabras, para evitar que la suerte de las víctimas quede sujeta al albur los trámites, las disputas burocráticas, el espectáculo y el oportunismo mediático, y para que los desastres naturales no se agraven con los más humanos de la negligencia y de la lentitud. +++

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